LEER

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Leemos para sobrevivir.

Para mirarnos al espejo. Para expandir el espejo, el cuerpo, el alma.

Para que hierba la sangre.

Para inspirar nuestras propias palabras, urgentes.

Leemos porque creemos en la belleza, en las historias, en el despiadado canto de las palabras. Leemos porque sí.

Porque nos contaron que algo de ese libro cambió la realidad. Porque los libros hacen eso: nos hablan, gritan nuestra historia, nos recuerdan los olvidos genealógicos, nos rebelan contra la facilidad.

Leemos como acto de resistencia.

Y lo hacemos juntxs, porque la lectura, paradójicamente es un acto colectivo. Es en el diálogo del ojo y la página que la flecha del lenguaje se rompe y estallan los perdigones interiores: contando una emoción por cada lector, rozando una parte nueva del cuerpo con cada frase.

Pero hay que estar en silencio para que la magia ocurra. Hay que ir despacio.

Así leemos, sin mayor ambición que la de reconocer quiénes somos.

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